La decisión de Estados Unidos de suspender a Argentina del sistema de preferencias arancelarias parece ser una medida de impacto político antes que económico.
El peso económico de ese castigo comercial resultaría insignificante, a juzgar por los números del intercambio: tendría un impacto de 18 millones de dólares sobre un comercio bilateral de 18 mil millones de dólares, según el Ministerio de Industria.
Pero no puede decirse lo mismo del efecto político. El dato más relevante en ese sentido es que a partir de la decisión del gobierno de Barack Obama, Argentina es el primer país suspendido de este sistema de preferencias por incumplir con el pago de sentencias del tribunal de controversias del Banco Mundial.
Aunque anticipada desde hace meses desde fuentes de Washington, esta decisión corona una seguidilla de posiciones de menor contemplación –o mayor endurecimiento, como quiera verse– de parte de la administración de Obama hacia el gobierno de Cristina Fernández.
El motivo de fondo parece estar en el hecho de que Argentina aún no terminó de resolver definitivamente las secuelas del default de la deuda en 2001. Todavía está pendiente un postergado arreglo con el Club de París. Los acuerdos de quita no lograron seducir a fondos de inversión que reclaman por 6.100 millones de dólares, muchos de ellos con sede, y fuerte capacidad de lobby , en Estados Unidos.
De allí que durante los últimos meses, Washington haya endurecido su posición en organismos multilaterales. Por caso, vota regularmente contra la concesión de ciertos créditos a Argentina en el seno del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo, después de examinar si esos préstamos tienen o no una función de desarrollo social.
También desde el punto de vista político cabe recordar que la suspensión es la segunda decisión crítica de Obama hacia Cristina Fernández. Este mismo mes incluyó por primera vez a Argentina entre los países que registran mayor lavado de dinero en el mundo en su estrategia para el control del narcotráfico internacional correspondientes a 2012.
Todo, además, a dos semanas de que Obama y Cristina coincidan en la próxima Cumbre de las Américas de Cartagena. Una señal por demás significativa de parte de Washington.