Recorrer el río Suquía aguas abajo de la planta depuradora de Bajo Grande debería ser obligatorio para todos los cordobeses. Allí se puede apreciar con todos los sentidos el estado de degradación del curso de agua que divide en dos a la ciudad de Córdoba.
La contaminación con estrógenos es apenas una mancha más en el registro de daños ambientales a los que se ve sometido el río. A eso hay que sumar los volcamientos de cientos de metros cúbicos de líquidos cloacales sin tratamiento adecuado por parte de la planta de Bajo Grande, los efluentes que llegan en crudo desde la planta de cloacas de Ciudad de mi Esperanza, los volcamientos por conexiones clandestinas que posee el canal Fiat y la extracción de áridos que produjo la proliferación de cavas en la zona.
Esto obligó a que se tuviera que recurrir a la Justicia para que obligue a la Municipalidad a realizar acciones de saneamiento, dada su responsabilidad en el mal funcionamiento de Bajo Grande.
La acción insta a sanear y recomponer el Suquía entre Bajo Grande y el kilómetro 18 del camino a Chacra de la Merced. También pide establecer un sistema de monitoreo continuo sobre el ambiente dañado. En esa zona están asentados los barrios Chacra de la Merced, Unidos y Ciudad de mi Esperanza, Corazón de María (Malvinas Argentinas) y la comuna de Capilla de los Remedios. En la causa ya están las pruebas de dos peritajes que realizó la Universidad Nacional de Córdoba que demuestran la contaminación.
Pero el estamento que tiene la responsabilidad de velar por la calidad del Suquía es el Ministerio de Agua y Ambiente de la Provincia, que en los últimos 15 años hizo la vista gorda ante la cada vez mayor degradación del río.
La Provincia sólo accionó contra el municipio cuando hubo enfrentamiento político entre las dos administraciones. Y es la responsable del mal funcionamiento de plantas cloacales de barrios ciudades, de la extracción de áridos y de los volcamientos clandestinos al río.