Argentina, junto con 190 países de las Naciones Unidas, se comprometió a cumplir los Objetivos de Desarrollo del Milenio para 2015, una serie de metas que consisten en luchar contra la pobreza extrema y el hambre, el sida, el analfabetismo, la degradación del medio ambiente y la discriminación contra la mujer.
Esos objetivos tienen índices específicos y uno de ellos es disminuir un 75 por ciento la tasa de mortalidad materna entre 1990 y 2015.
Así, Argentina se comprometió para que dentro de dos años la tasa sea de 1,3, es decir, de no más de 13 muertes de mujeres cada 100 mil nacimientos vivos.
Sin embargo, estamos lejos: la última cifra, de 2011, es de 40 muertes (ver Mueren menos mujeres por abortos).
Así, si bien Argentina mejoró en otros de los objetivos, como el descenso de la mortalidad infantil, la mortalidad materna es aún una deuda pendiente.
Es más, según el Observatorio para la Salud Sexual y Reproductiva, si Argentina sigue con esta tendencia, apenas llegará a una tasa de 3,8 en 2015.
Es decir, en vez de bajar la mortalidad materna en un 75 por ciento en 25 años, como se comprometió, sólo la bajará en un 27 por ciento.
Además, nuestro país también tiene una deuda hacia el interior, por las extremas inequidades que se viven en las distintas provincias. Basta repasar los números: las jurisdicciones con las mayores tasas de mortalidad materna son Formosa (12 muertes cada 10 mil nacidos vivos), Jujuy (11), Chaco y Misiones (con casi 9 cada uno). En el otro extremo, está Santa Cruz (cero muertes), Ciudad de Buenos Aires (1,3), Río Negro (1,9) y Córdoba (1,7).
Así, nuestro país tiene una doble deuda con las mujeres: a nivel internacional, por el casi seguro futuro incumplimiento de los compromisos asumidos, y a nivel interno, por la desigualdad entre sus propios habitantes.