La propuesta del anteproyecto de ley va acorde con un cambio cultural de la época. Se puede enmarcar en el concepto de adolescencia tardía, caracterizado por una dependencia de los padres que se explica por diversos factores. Entre ellos, el económico.
Se ve continuamente: los que más consultan tienen entre 22 y 28 años, en especial los que están terminando la universidad. Es el momento en el que se plantean cómo hacer para independizarse, para insertarse en el campo laboral.
Hasta entonces, la universidad funcionó como el lugar en el que los jóvenes se sentían protegidos, cubiertos. Cuando terminan, aparece el interrogante: ¿cómo hago para desenvolverme solo?
En los estudiantes, algo que aparece solapadamente es la culpa, ya que muchas veces a los padres les cuesta mucho sostener económicamente a sus hijos. Es difícil porque algunos se plantean buscar un trabajo mientras estudian. Pero si trabajan, tal vez no pueden estudiar.
Cuando aparece esta culpa, es importante plantearles la pregunta: ¿qué harías vos si tuvieses hijos? ¿Los ayudarías a estudiar?
Una ley podría sacar el peso de esa culpa de los hijos, ya que obligaría a los padres a ayudarlos. Así, los chicos podrían sentirse más protegidos porque una norma los avala. Además, podría incentivar el estudio y la capacitación laboral.
Sin embargo, también podría extender la dependencia de los hijos con respecto a sus padres, alargando aún más la adolescencia. Este impacto sería materia de futuros estudios, de aprobarse la norma.
Una ley así también podría amparar a jóvenes que tienen una relación conflictiva con sus padres.
Se escuchan en el consultorio frases como “mi papá nunca me incentivó; yo hubiese querido estudiar”. Si hay una ley al respecto, se pueden regular mejor estas relaciones.
*Secretario científico del Colegio de Psicólogos de Córdoba