Apoyo similar al que nos dan nuestros mayores, especialmente la madre, apoyo que damos a su vez, a quienes nos suceden. Y luego nos apoyamos en las personas más cercanas, las que integran un grupo.
Ese cuerpo que creció, desarrolló potencia, desplegó creación, cobijó vida, siente las diferencias que deja el paso del tiempo. Aunque no revistan carácter de enfermedad, tanto en hombres como en mujeres se advierten estas marcas del tiempo.
Por otra parte, la época actual, a través del sostén de la tecnología, la investigación, la ciencia en todas sus manifestaciones, provee paliativos o remedios para una extensa gama de problemas. Esto, que da lugar a una mejor calidad de vida, exige al mismo tiempo, una salud y una juventud a toda prueba.
¿Será por eso que, cuando aparece algún problema que nos limita, que afecta la calidad de vida, o que no permite responder a las expectativas que los otros tienen de uno, nos aislamos? ¿Será por eso que no lo hablamos?
La incontinencia es uno de esos temas de los que no se habla. A pesar de ser una afección somática, lo cual implica que está aceptado que el cuerpo “enferme”, o “decaiga”, igualmente no se consulta.
La incontinencia que limita la vida social, inicia un camino de cierto aislamiento; en algunos casos, por considerarse una cuestión vergonzante, pasa por el atajo de la negación y el desconocimiento, que impiden encontrar tratamiento y termina en la calle sin salida de innumerables inhibiciones, incluso en la sexualidad.
Si opera el desconocimiento sobre si se trata de una afección secundaria, funcional, anatómica, u obedece a la ingesta de fármacos, ¿encontraremos herramientas para enfrentar el problema?
Si opera la negación, gana el sufrimiento. Cuesta salir, superarse.
Inevitablemente, somos sujetos sociales, y dependemos de otros y otros dependen de nosotros. Hacemos con otros, con otros nos enfermamos y con otros nos curamos.
¿O no encontramos alivio acaso cuando comprobamos que no estamos solos frente a los problemas o padecimientos? Hay otros a quienes les pasan cosas similares. Y hay quienes ya pasaron por lo mismo y encontraron alivio o remedio.
Y, finalmente, el compartir la “propia experiencia”, se transforma en una suerte de apoyo recíproco. Para quien lo cuenta, porque ya lo ha pasado y superado, y para quien lo escucha, ya que recibe una herramienta probada para enfrentarlo.